Todos los días se matan en New York,
personas vacías, sin amor,
que viven perseguidas por sus propios trágicos destinos.
Y no, esa no es la muerte, sólo es la tienda de frutos.
En otros lugares, en el corazón de los bosques,
donde el Hudson encendido se emborracha con aceite,
en la última fiesta de los taladros que resultaron ser Thompson,
un hombre apunta a la cabeza de otro y tira del gatillo.
Todos los días se mata en New York, y en otros lugares también
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